Desde siempre la comunidad del Abecedario ha sido muy singular, distinta a todas diríamos. Baste saber que, desde que se la conoce nacida en tierras castellanas, la integran las mismas veintiséis familias. Ni una menos menos, ni una más. Siempre las mismas a lo largo y ancho del tiempo y sus circunstancias, como si para ellas eso, lo del tiempo, les fuera indiferente.
Todas distintas, pero todas iguales. Que haya un grupo, el de las llamadas Vocales, y otro más numeroso, el de las denominadas Consonantes, no es motivo para otra cosa que alguna inofensiva chanza. Nada que no les permita convivir en aparente armonía.
Quizás ello sea así por todas ellas saben que solas, cada una por separado, nada dicen ni pueden hacer. Serían en todo caso, letras sueltas, tristes y simples letras sueltas sin sentido, perdidas en su soledad. La unión hace al sentido, les da fuerza, las justifica. Aunque ellas saben también, con ese conocimiento que se tiene desde el propio nacimiento, que tampoco vale cualquier reunión, sin orden ni concierto.
Ellas deben juntarse unas con otras, una veces unas, otras las otras, en un orden o en otro preestablecido por la tradición y costumbres de las que son a la vez prisioneras y guardianas, para formar palabras. Saben que agrupadas sin ese orden, nada dicen. En cada caso y en ese orden, deben abandonar su soledad para formar palabras. He ahí su destino y su sentido.
Para cumplir con ése, su cometido, saben que cada familia debe ser muy numerosa. No basta una sola de ellas. A veces una misma palabra necesita de varias de esa misma familia. Si lo sabrán las aes cada vez que un a un Mago se le da por invocar su trillado abracadabra. Saben las aes que no basta una sola de ellas ni siquiera para decir basta.
A pesar de ser la primera en la fila, en realidad sus hermanas no tienen mayores motivos para ponerse celosas. Las oes son conscientes que sin ellas, por ejemplo, no habría amor posible -ni imposible- ni tampoco ejemplo alguno se conoce sin una oportuna o en su lugar. Tan importantes son las orondas oes que ni Dios ha sabido prescindir de ellas.
Las íes, como las es y las úes, también tienen su lugar, no menos importante por cierto. No habría dicha sin la flaca del sombrerito de punto, tanto como que no sabríamos darle un nombre a la Luna -y qué sería de los Poetas entonces- sin una oportuna u colocada en su lugar y no otro. Vale para la e sin la cual la felicidad no sería la misma y ni siquiera el propio Abecedario sonaría igual. Así entonces, podría decirse que es, ha sido, una comunidad que vive en armonía y en paz.
Pues no. No por lo menos en los últimos tiempos. Digamos, en los últimos veinte o más siglos, no lo es. Y ello no es así, precisamente, por esa palabrita de tan sólo tres letras, donde la pe se une a la primera y la última del Abecedario para invocar el ideal humano de la paz.
Sin embargo, desde que ellas hicieran una combinación tan sencilla, de apariencia tan inofensiva podría decirse, pero a su vez con tanta fuerza que ningún discurso que se precie de tal prescinde de su magia para vestirse de gala, otro grupo liderado por la ge -esa que en su versión mayúscula como le gusta mostrarse, parece tener siempre la pata arrollada- secundada por una u, una e, más una irresponsable pareja de eres mellizas, escoltadas -cuándo no- por una a descarriada, se unieron para atronar los cielos con la ominosa Guerra. Desde entonces las cosas no son como deberían.
Viendo que las unas, a pesar de sus buenas intenciones pero menos numerosas y dadas a la lucha, no habrían de poder nunca con la violenta irracionalidad de la banda de la ge y sus aliadas en la guerra, el Abecedario decidió intervenir y para ello convocó a todas para buscar una solución. De allí surgió el llamado a una ere grande, mayúscula, imponente en su estampa, para que acompañada por un grupo de voluntarias conformado por una be, un par de es, una elegante ele, una chiquitina i, más una oronda o tocada de un distinguido tilde y una ene cerrando filas, conformaran una impostergable Rebelión que plantara cara y diera batalla al desaforado grupo de la guerra. ¡Hora de la Rebelión!, han dicho. ¡Basta de guerra!.
Démosle la oportunidad a la Paz para que muestra sus virtudes. Basta de una buena vez, han tronado el resto de las letras, indignadas. No tenemos miedo, ha dicho un grupo encabezado por una valiente eme. No pasarán, ha coreado otro grupo liderado por una pe, convencida que el momento es ahora.
Ya veremos, opinó la uve hablando por lo bajo. Ojalá puedan hacerlo deseó una gran o al frente de su esperanzado grupo.
A nosotros, solamente nos cabe esperar.
Es tan interesante leerte… Te felicito, esa lucha entre letras formando palabras me ha encantado. Besos a tu alma.
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